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Ansiedad en la adolescencia

“La gente joven necesita modelos, no críticos” -John Wooden-

La mayoría de los problemas de salud mental comienzan a manifestarse en la infancia y en la adolescencia. En los últimos años han aumentado las consultas de jóvenes con ansiedad y depresión.  Parece que la ansiedad es uno de los “males” de esta época y su detección e intervención es fundamental para acabar con el malestar del adolescente y porque si no se trata adecuadamente es posible que se desarrollen otros problemas mentales en el futuro.

Cuando se habla de adolescencia es común que pensemos en lo “molestos” que pueden ser los chicos y chicas en esta etapa. Pensamos en  los problemas que pueden causar, la desobediencia, la rebeldía…incluso a veces nos vemos a nosotros mismos diciendo “no volvería a esa edad por nada del mundo”. Es sin duda una etapa complicada, pero no debemos pasar por alto que ciertos comportamientos pueden ser indicio de un trastorno de ansiedad  (o de otra índole)  más que de un carácter “rebelde”.

Durante esta etapa se viven de forma estresante situaciones que para los adultos puede que no tengan demasiada importancia. Los miedos e inseguridades están a flor de piel. El deseo de encajar y ser aceptado por los amigos, las ganas de ser tratados como adultos y de ser independientes tienen un gran peso en esta etapa. Sin embargo las preocupaciones de los adolescentes no son tan diferentes de las de los adultos. Tienen miedo al rechazo, al fracaso, al futuro, al amor, la soledad…pero evidentemente tienen menos recursos para afrontar sus preocupaciones ya que aún están en periodo de formación.

 Cuando se da un problema de ansiedad en esta etapa,  el rendimiento académico suele bajar, lo que pone en peligro su autoestima y su sensación de ser aceptado por parte de los demás. Aparecen entonces la apatía, el mal humor y la irritabilidad y por lo tanto sus relaciones sociales se ven nuevamente perjudicadas.  Otro problema añadido y quizá el de más importancia es que pueden iniciarse conductas de riesgo como el consumo de drogas para “escapar de los problemas” e intentar reducir así su ansiedad.

En todo ello la familia juega un papel importante. Los pensamientos y conductas que se desarrollan respecto al miedo normalmente son aprendidos de los padres o de las figuras de referencia más cercanas. Éstos pueden por ejemplo transmitir a los hijos que el mundo es inseguro y peligroso,  debido a la sobreprotección y a la expresión exagerada de sus miedos y temores. Ejercer un control excesivo en los adolescentes puede influir en la aparición de la ansiedad a estas edades.

Por otra parte, influye en este tema el hecho de que en casa se critique la expresión de sentimientos negativos. Los hijos pueden imitar conductas de evitación que vean en sus referentes paternos y por tanto dar lugar a la supresión emocional.

Se hace necesario cambiar las actitudes y comportamientos que promueven este estado mental, por otros más adaptativos y de esta forma desarrollar estrategias de regulación emocional que mejoren su bienestar psicológico.

Debemos insistir en la necesidad de buscar un tratamiento ante los primeros síntomas de ansiedad. Y en el caso de los jóvenes más, ya que pueden aparecer junto con otras patologías como la depresión y si no se tratan a tiempo pueden cronificarse.

Asimismo es importante realizar labores de prevención al respecto, de manera que se reduzcan las posibilidades de que los adolescentes sufran este tipo de dolencia. En el entorno escolar se pueden poner en marcha programas de regulación emocional y entrenamiento en habilidades sociales para que adquieran las herramientas necesarias para hacer frente a estos problemas.

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